Capitulo 4: Perder La Virginidad.

  Entraron directamente al despacho y lo sentaron en la silla para visitas de un empujón. Jimmy estaba en la puerta del despacho mirando hacia fuera por si veía algo fuera de lo común. Tony con su pistola dorada en la mano derecha y su mano izquierda sobre ésta, descansando los brazos hacia abajo, estaba al ladito del gordo, esperando el más mínimo movimiento brusco para arrearle con la culata de la pistola en la cabeza. William se colocaba el traje. Sacó un cigarro y lo encendió. Se sentó en su enorme sillón reclinable y lo miró fijamente a los ojos diciéndole:
- Te dije que volveríamos a vernos y míranos, aquí estamos tu y yo de nuevo. En el mismo despacho pero tu ahí, y yo aquí. Con traje de dependiente de comida rápida tal y como dijiste. Como han cambiado las tornas ¿eh?
- ¿Qué… qué quieres?
- ¿Qué quiero? No quiero nada. Ya lo tengo todo. ¿Qué quieres tú? ¿Dinero? No tienes otra manera más fácil de pillar dinero que acusando a tus sumisos trabajadores incapaces de levantarte la voz ¿No es así?
  McCoy abrió los ojos y la boca del mismo tamaño y a la misma vez dándose cuenta de qué se refería William.
- Me tomaré esa carita como que sabes de lo que hablo. Dime McCoy ¿Tienes hijos? ¿Mujer? Cuéntame un poco sobre tu vida.
  Dijo Will mientras se levantaba del sillón reclinable y se sentaba en el filo de la mesa justo en frente de él.
- Pu... Pues... estaba casado.
- ¿Ah si?
- Si.
- Me sorprendes.
- Llevo tres años separado esperando el divorcio. Tengo una hija de ocho años y un muchacho de seis. El chico es un encanto de niño, deberías conocerlo, es muy bueno bateando. Si, tiene futuro creo.
- ¿Y ella?
- ¿Ella quién?
- Tu hija.
- Ah, bueno, es... es muy guapa. No he pasado mucho tiempo con Julia.
- Me lo imaginaba. ¿Por qué estás esperando el divorcio entonces?
- Me pilló con otra en la mesa de la cocina.
- ¡Joder! ¿¡Y después comíais ahí!?
  El interrogado empezó a reír intentándose aguantar pero no podía.
- ¿Qué coño es lo que te hace tanta gracia? ¡Eso es asqueroso!
  Al ver la reacción de Will, el hombre se calló creyéndose que le golpearía en cualquier momento.
- Ellos no lo sé. Esa misma tarde me fui a una pensión. Esa furcia de mi mujer me echó de casa ¿sabes? Y esa casa es mía, la pago yo. Quien sabe si ella se ha tirado a alguien y después he dormido encima de su semen. ¡Joder tío, eso si es asqueroso!
  Entonces el momento llegó. William Blackwell estaba cansado de aquel machismo que sudaba el gran gordo. Con gran parte de su fuerza le dio tal patada en la cara, que aquel hombre se calló de espaldas echándose las manos a la nariz, que chorreaba sangre a borbotones
- ¡Dios! ¡Mi nariz! ¡Me has roto la jodida nariz pedazo de cabrón!
  Will se acercó a dos centímetros de él que aún estaba tumbado en el suelo y dijo:
- ¿Sabes lo que creo? Creo que eres un pobre desgraciado al que debería matar ahora mismo. Intentas robarle sin prueba alguna a mi mejor amigo porque estás muriéndote de hambre.
- ¡No sabía que era amigo tuyo! ¡Lo juro!
- ¡Cállate! Sin familia, sin casa y con un trabajo del que ni siquiera eres dueño. Y aún así no sabes valorar lo poco que tienes. Crees que puedes ir por la calle hablándole mal y con voces a niños, jóvenes, mujeres y ancianos. Despreciándolos. ¿Pero sabes qué? Que todo eso se ha acabado McCoy. Has tenido tiempo de reflexionar y de hacer las cosas bien y mereces ser castigado. Di adiós a tus lápices.

  William mientras le decía las últimas palabras que escucharía aquel hombre se quitó la chaqueta y se arremangó la camisa. Sacó un par de guantes de látex. Después, cogió los dos lápices que llevaba en el bolsillo. Tenía uno en cada mano. Metió la punta de cada uno de ellos en el sacapuntas eléctrico que había encima de la mesa del despacho y antes de que aquel asustado hombre se intentase levantar le hincó el lápiz de la mano izquierda a una velocidad vertiginosa en la boca del estómago.
McCoy abrió los ojos y la boca soltando unos gemidos ahogados. Estaba inmóvil. Will viendo que era poco y que no gritaba, pisó aquel lápiz que se sostenía solo en la barriga del hombre, pero al pisarlo el lápiz se partió aunque la patada se la dio de rebote. No contento con eso miró el lápiz de la mano derecha y después lo miró a él.
  El gordo seguía retorciéndose de dolor, aguantándose el partido lápiz sabiendo que si se lo intentaba quitar le dolería aún más. William Blackwell ya estaba fuera de si. Estaba frenético con las pulsaciones por las nubes. Al ver que el hombre del suelo seguía con la boca entre abierta le asestó una segunda puñalada con el lápiz que le quedaba en la papada atravesándole hasta la lengua. Por el gaznate de McCoy corría la sangre caudalosamente hasta el suelo. Aún se movía de las convulsiones. Will se incorporó, suspiró y se quitó los guantes echándolos encima del cuerpo. Se dirigió a la puerta a la vez que le decía a Tony que lo rematase y que incendiasen el despacho.

  Marchaban ya en el coche de camino a la casa y por el espejo retrovisor ya se veía una pequeña cortina de humo. Tony abrió la ventanilla de la mampara de seguridad diciéndole al nuevo capo:
- ¿Qué tal le ha parecido su primera vez jefe?
  Will miraba por la ventanilla sin mediar palabra. Solo pensaba en las voces, la sangre, los golpes y los disparos. No sabía si lo había hecho bien o si era correcto o no. Su cabeza ahora mismo era una mina de preguntas. Lo único que sabía es que nunca olvidaría aquello.

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