Capitulo 5: Presentación Y Sorpresa.

  Una sombra miraba hacia su ventana desde fuera de la verja de entrada a la casa. Will salió corriendo hacia la puerta pero antes de abrir la verja, ese hombre comenzó a andar aceleradamente calle abajo, dando pequeños saltos para ir algo más rápido. Llevaba un sombrero e iba dejando un rastro débil de algún líquido que caía por el pantalón y la mano. El muchacho corría detrás más fuerte que él para tratar de alcanzarlo aunque no se atrevía del todo a hacerlo. Se decidió y al ponerle la mano en el hombro éste se giró bruscamente. William cayó de espaldas atemorizado. Esa sombra no era nada más y nada menos que el señor McCoy. Se acercaba al chico con la mandíbula, el cuello, las manos y la barriga empapada de sangre mientras él se alejaba arrastrándose con codos y pies como podía. Aún tenía los lápices hincados pero parecía no importarle, hablaba con claridad:

- Mira lo que has hecho William. Eres un asesino William. Asesino. Asesino.
  Aquella palabra se repetía en un eco infinito. Entonces, William Blackwell abrió los ojos a la vez que daba una pequeña convulsión. Miró a su alrededor y se quedó tranquilo porque estaba en su casa a salvo y la luz entraba de lleno por su ventana. Era una maldita pesadilla que llevaba cinco noches repitiéndose.

  Estaba chorreando de sudor así que se levantó, se duchó con agua fría y bajó a desayunar gofres con chocolate, zumo de naranja y leche. Su desayuno favorito. Justo después y como todas las mañanas se encendía su cigarro y se salía fuera a tumbarse en una hamaca a leer el periódico de la mañana. Después subió a su cuarto y se puso un elegante traje color crema.

  Michael Miller lo esperaba abajo al pie de la escalera con su sombrero en una mano. Will lo cogió y de camino al coche le decía:
- Quiero que venga usted y que se siente a mi lado. Tony se quedará a dos metros de nosotros.
- Pero señor Blackwell, el resto murmurará, no es el protocolo a seguir.
- Señor Miller, espero que no se ofenda pero yo sigo mi propio protocolo.
- De acuerdo señor Blackwell.
  Dijo Miller cabizbajo sin querer replicarle una palabra más. Sabía que William era algo testarudo y que por mucho que pudiera aconsejarle, lo haría como quisiera.

  Se montaron en el coche y fueron hacia la nave de Andrew King quien era comúnmente conocido como “The King”. La nave era el sitio habitual de reuniones entre capos de los estados de Arizona, California, Nevada, y Oregon. Estaba situada a las afueras de la capital de Sacramento en el estado de California para mayor seguridad. Will prefería ir en su jet privado hasta allí antes que hacer tantos kilómetros en coche, así que se dirigieron al aeropuerto y así fue. Sabía que llegaba tarde pero no le importaba, esta vez no podía perder su trabajo y así sabía que se haría más impaciente y esperada su llegada. En el viaje aéreo Michael Miller advirtió a William del señor King. No era trigo limpio y siempre había tenido cierta tensión con J. J. Blackwell. Era obvio que trataría de tomarlo por débil solo porque era más joven y tenía más inexperiencia.

  Llegaron y el coche los dejó fuera. William Blackwell abrió el portón, entró y se detuvo a mirar el edificio por dentro. Era una nave bastante grande, luminosa y limpia. Cualquiera que entrase allí deducía que no era una nave de trabajo normal y corriente. Observó detenidamente también la mesa que había casi al fondo. A su derecha había varias cajas aparentemente robustas y justo detrás de la mesa con hombres del fondo había lo que resultaba ser un despacho con las persianas y la puerta cerrada a cal y canto. A la derecha del despacho se encontraba una puerta trasera. Anduvo hasta la mesa donde esperaban diez personas de pie.
Andy King presidía la mesa. William se sentó justo en la zona opuesta de Andy. Michael Miller se sentó en el ala derecha de la mesa y Tony se quedó de pie a unos dos metros de Will, tal y como éste había pedido a sus hombres. Ya eran doce en la reunión. Todos los presentes miraban a William serios y en silencio y éste miraba al resto con el mismo gesto. Incluso al señor Miller que también lo miraba. Entonces Andrew King comenzó a hablar:
- Ya estamos todos. Señores, sean bienvenidos. Como todos ya sabemos, la pérdida de John J. Blackwell es noticia entre todos los compañeros. Mi más sincero pésame muchacho. Pero también sabíamos que su linaje no acabaría. Es notable comentar que también sabemos quien es el nuevo y joven aquí presente pero aún así, haga los honores por favor.
  William se levanto, apoyó las yemas de los dedos sobre la mesa levantando la palma de las manos y dijo:
- Soy William J. Blackwell, hijo de Stephen J. Blackwell y nieto de John J. Blackwell. Supongo que todos ya sabréis quien soy pero yo también sé quienes son ustedes. Conozco hasta el último detalle. Creo que no tengo nada más que añadir excepto que si en mis manos hay algo que pueda hacer por ustedes solo tienen que pedirlo.

  Hablaron algo más de hora y media entre unos y otros y la reunión se dio por terminada. Cuando ya todos se habían marchado y los que quedaban, estaban apunto de hacerlo, Andrew King cogió del hombro a William que iba solo. Mientras, paseaban hasta la puerta de salida y Andy le decía:
- Gran discurso muchacho. Lento pero al grano.
- Podría empezar a llamarme por mi nombre señor King. Soy un muchacho pero no por eso soy cualquiera.
- Mira “muchacho” quizás sepas hasta el último detalle de mi pasado y presente pero yo sé aún más sobre ti y tu familia. Vigila tus pasos y hagamos como hasta ahora hemos hecho tu querido abuelo y yo. Tú en Las Vegas y yo en el resto de los Estados Unidos ¿De acuerdo?
  William Blackwell comenzó a reír tratándose de aguantar aunque no podía. Sacó su paquete de tabaco.
- ¿Quiere?
- Si, gracias.
  Le encendió el cigarro a aquel hombre y después encendió el suyo. Aspiró una fuerte calada y dijo:
- Verá señor King. He tratado de empezar con buen pie esta amistad pero… no veo que ponga de su parte.
  Mis dominios no tienen fronteras. Puedo hacer una llamada y que su mayor hombre de confianza se vuelva su enemigo. Puedo chasquear los dedos y que un cargamento de armas ilegales que transportes, sea mío.
- ¿Me estás amenazando?
- ¡Por supuesto que no! Sólo era una advertencia.
  William le sonrió y ofreciéndole un apretón de manos intentaba despedirse. Andy lo miró fijamente apretando los dientes y le estrechó la mano con fuerza. Se acercó a él y susurrándole al oído le dijo:
- Volverás a tener noticias de mí… “muchacho”
  Sabía que intentaba buscarle aún más las cosquillas diciéndole muchacho irónicamente. Andrew King se marchó deprisa al despacho que había en la nave.

  A William le preocupaba heredar también un enemigo. Intentó hacerlo bien pero su orgullo y testarudez le impidió comportarse correctamente ante el mayor capo de California. Ya nada se podía hacer.

  Fueron de nuevo al aeropuerto para volver a casa. William estaba deseando llegar, ponerse cómodo y ver una película a solas. Tras varias horas de viaje entre vuelo y coche llegaron a la mansión. Ya era de noche y había una gran tormenta de verano. Llovía bastante y el limpiaparabrisas no daba abastos. En la verja se encontraba una sombra y por un instante a Will se le puso el bello erizado. Reconoció que aquella figura no era de un hombre gordo como él temía sino de una mujer.
- ¡Amanda! ¿Qué haces aquí? Dios mío estás empapada.

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