Capitulo 2: Un Negocio Familiar.

  Entró en el coche y tras de sí la puerta se cerró. Dentro resultaba muy espacioso, con tapicería de cuero blanco, una pequeña pantalla saliente del techo, teléfono y una mampara de seguridad blindada transparente que separaba la parte del piloto y copiloto de donde estaba sentado el muchacho. A su lado un hombre de unos cincuenta y ocho años de edad sin mirarlo le dijo:
- Usted debe de ser el Señor Blackwell. ¿No es así?
- Sí. ¿Y usted es?
- Michael Miller. Mano derecha, confidente y mayor persona de confianza del Señor John J. Blackwell.
  Entonces Michael Miller lo miró por primera vez esperando algún tipo de respuesta por parte de William mientras éste se tocaba la cara y buscaba un espejo por algún lado.
- ¿Qué? ¿Qué pasa? ¿Tengo algo en la cara, verdad? ¿Un moco? ¿Es un moco?
  Michael le negó con la cabeza a la vez que suspiraba y enseguida le dijo:
- En la calle y los que no tratáis con él, le conoceréis por “El Juez”.
  William no salía de su asombro. Estaba sentado en el coche del posiblemente mayor mafioso de la historia de Norteamérica junto a su ayudante personal. Entonces, empezó a relacionarlo todo, el coche, los hombres de chaqueta, aquella forma silenciosa, secreta y sin más dilaciones de actuar pero, ¿Qué relación tenía el muchacho con el capo sabiendo que comparten el mismo apellido? Tembloroso y con los ojos como platos comenzó a balbucear.
- Yo… yo no… no he hecho nada malo… no tengo nada contra “El Juez”…
- Verá señor Blackwell, no voy a matarlo ni a hacerle nada, ni yo, ni el clan pero si no se calla y me deja terminar tendré que hacerlo por primera vez.
  Dijo Michael Miller sonriendo tratando de que su broma fuese evidente para que no se asustase aún más. Y siguió explicándole:
- Ahora vamos a ir a tu casa para que recojas lo que necesites. Solo lo imprescindible. Lo imprescindiblemente necesario y te despedirás de tu madre. No te preocupes, seguirás manteniendo contacto con ella pero no vivirás con ella. Te contaré la historia de porque estás aquí. El señor J. J. Blackwell ha dejado el oficio para bastante tiempo por motivos que solo yo conozco pero está claro que el negocio familiar tiene que continuar. Como habrás podido relacionar tienes su apellido. Es tu abuelo. Tu padre murió en un accidente de trabajo pero no de su habitual trabajo, el cual dejó porque tuvo que desentenderse de su familia para poder centrarse de los asuntos que tu abuelo le enseñaba día a día, sino en un tiroteo entre policías y gangsters donde lo cosieron a balas. Tu abuelo siempre dijo que nunca estaba preparado del todo. Nunca…
- ¡Espere, espere, espere! ¡Se cree con derecho de darme una carta, hacerme subir al coche como si nada, contarme una historia que no sé si es cierta sólo porque tengo el mismo apellido que “El Juez”, sin saber a donde me lleváis en este puto coche, que me aísle de mi madre prácticamente, sangre de mi sangre, la única persona que me ha tratado desde hace dieciséis años, ni padre, ni abuelo, ni abuela, ni nadie y quedarse tan tranquilo! ¿verdad?
Ante las voces, Tony Campbell, el silencioso hombre que le entregó la carta a William abrió una ventanilla de la mampara de seguridad, lo apuntó con una Gold Desert Eagle cal.357 Magnum y le dijo seriamente:
- Si vuelves a darle una voz más alta que otra al señor Miller no dudaré ni un momento en volarte la puta tapa de los sesos ¿Me has oído?
- Calma Tony, vamos, vuelve a tu sitio. Terminaremos esta conversación en tu casa muchacho.
Dijo Miller cerrando la ventanilla lentamente.

Al llegar a casa de William Blackwell y entrar aquellos hombres tan arreglados y serios con el muchacho, la señora Blackwell, que en aquel momento doblaba la ropa seca y planchada buscó un asiento, dejándose caer como si el peso del mundo se le viniera encima, suspiró y rompió a llorar. Willy en aquel momento supo que todo lo que le dijo aquel anciano en el coche, era cierto. Aún así se lo corroboró y le contó la historia de su padre. Nunca perdió el contacto con ella y siempre le llegaron regalos a su hijo por su cumpleaños, solo era que no quería ponerlos en peligro a los dos. A un niño siempre se le escapa información cuando menos te lo esperas. Cuando acabó todo el discurso entre la mujer, el muchacho y el anciano, Will subió a su habitación para recoger sus recuerdos y demás cosas. Se despidió de la madre con una sonrisa sabiendo que no la perdería.

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